Fabio Zerpa, en su revista Cuarta Dimensión, tituló a esta historia “La noche de las dos lunas”. Una Luna era nuestro satélite y la otra, una nave extraterrestre, o una nave nodriza. O una “flotilla”, según la fuente consultada. Las fuentes, por aquellos años, eran diarios, radios y noticieros de televisión. Y, para saber más, había que entrevistar a testigos, conseguir fotografías y consultar a especialistas. Como ahora. Pero hace treinta años, la información circulaba lentamente y para despejar grano de cizaña había que trabajar mucho más.
El sábado 14 de junio de 1980, pasadas las 19 horas, un halo gigante que irradiaba un resplandor blanquecino y translucía la luz de las estrellas como una inmensa nube anular, había desfilado a través del cielo del país, extinguiéndose en pocos minutos en un tenue punto de luz. Esta había sido nuestra síntesis tras contrastar los testimonios y las imágenes, cuya descripción se alejaba mucho del que daban las crónicas periodísticas. Por primera vez, esas diferencias me pusieron mano a mano con las distorsiones de la prensa: si no conseguíamos averiguar la naturaleza del fenómeno, confrontar el relato de los testigos con las noticias periodísticas y las hipótesis de los ufólogos, nos iba a ayudar a aprender algo acerca de cómo construye la prensa las historias de ovnis. Eso creíamos, y no estábamos tan equivocados.
INVASIÓN OVNI EN SUDAMÉRICA. Esa noche yo había asistido a una conferencia del ufólogo Carlos Demaría en un club de Vicente López. Tenía 17 años y ya estaba completamente sumergido en la ufología. Cuando el domingo todos los diarios informaban que una invasión de ovnis había surcado el país me quise morir: ¡mientras tanta gente vio esos objetos cuya explicación me desvelaba, yo estaba encerrado escuchando una conferencia sobre ovnis! Por entonces mis compañeros de aventuras eran Juan Carlos Zabalgoitía, con quien editábamos el boletín Fenómenos Aéreos (editado por nuestro grupo, que presuntuosamente bautizamos Centro Argentino de Estudios de Fenómenos Aéreos No Convencionales, CEFANC), Alejandro Chionetti, con quien viajábamos a todas partes para entrevistar testigos, el muy serio ufólogo rosarino Mario Morales y Adrián Legaspi, un joven aficionado a la astronomía con enorme facilidad para la matemática y la física. Éramos un gran equipo: en poco tiempo reunimos un montón de fotografías del objeto tomadas en Junín y Olavarría (Buenos Aires), Concordia (Entre Ríos) y Río cuarto (Córdoba). También descubrimos que el mismo “ovni” había sido avistado en una amplia zona que abarcaba la Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay.
Estudiando la variación angular del fenómeno anómalo que mostraba cada secuencia llegamos a determinar que éste se encontraba a más de 200 kilómetros del suelo. Y que su diámetro promedio, según nuestros precarios cálculos, había rondado los 10 kilómetros. Estimamos que el aspecto nebuloso del fenómeno lo alejaba del estereotipo del “platillo volante” clásico (así descripto por muchos testigos) y que la luz, en vez de ser propia, podía atribuirse a los rayos del Sol, que a esas altitudes podían seguir iluminando el fenómeno.
HEREJES EN EL VATICANO. No teníamos idea de cuál había sido la causa del avistamiento. Pero en diciembre de ese año, en un congreso organizado en Mendoza la Federación Argentina de Estudios de Ciencia Extraterrestre (FAECE), di una conferencia donde aseguré que ese extraño objeto, por sus características, se emparentaba con algún “experimento espacial de gran altura”. Nadie me aplaudió y se oyó algún chiflido. Fuimos herejes en el Vaticano. Todavía me pregunto cómo salí vivo: nuestro trabajo había osado cuestionar «el caso del año». Fuera de los amigos, dos ufólogos se acercaron a dar unas palmaditas solidarias: el entonces estudiante de medicina Alan David March, hoy un prestigioso neurólogo, y el periodista cordobés Mario Luis Bracamonte, del Círculo Ovnilógico Riocuartense (COR), lamentablemente fallecido el año pasado.
En el mismo congreso habían participado el doctor Joseph Allen Hynek y el físico uruguayo Willy Smith, del Center for UFO Studies (CUFOS). Se interesaron en el trabajo y lo llevaron a los Estados Unidos, junto con varias copias de las fotografías. Un año después, James Oberg, periodista especializado en el programa espacial soviético, supo que una hora antes el mismo “ovni” había causado conmoción en varios puntos del país del Este. La noticia había trascendido en mayo de 1981 a través del periodista Henry Gris, enviado a la URSS por el semanario National Enquirer. Basándose en el material que le proporcionamos al CUFOS y otras fuentes, Oberg comparó esos registros con los procedentes de la Unión Soviética. Hizo sus propios cálculos y confirmó que un cohete ruso había sido lanzado desde el cosmódromo de Plesetsk (por entonces secreto) a las 23:55 horas de ese día. La combustión de la cuarta fase que impulsaba al cohete vector que iba a poner en órbita al satélite Kosmos 1188, liberada sobre los cielos del Sur, había sido la causante del “anillo luminoso”, en realidad una esfera percibida como un anillo a causa de la perspectiva, y luminosa por los rayos que todavía recibía del Sol, aquel atardecer invernal de 1980.
LA FALACIA DEL TESTIGO CALIFICADO. En la Argentina, uno de los atractivos periodísticos del caso fue el testimonio del personal de la torre de control del aeropuerto Jorge Newbery. “Dentro del halo vimos un objeto metálico, que estaba en franca trayectoria de aproximación a la pista en uso”, dijeron los controladores a la prensa y nos ratificaron, permitiéndonos descartar que su versión hubiese sido deformada por la prensa. “Tanto legos como especialistas buscan lo que se ha dado en llamar ‘testigos calificados’ para realzar la relevancia de un caso”, escribí en mi trabajo para la FAECE. “Sin embargo, ha venido ocurriendo -lo cual descarta que se trate de simples excepciones a la regla- que tanto testigos entrenados como normales pueden cometer los mismos errores de observación”.
Una imagen obtenida en Rosario por el fotógrafo del diario La Capital, José Granata, donde se veían tres «ovnis» (la Luna, un reflejo de ésta en la lente de la cámara y el “ovni” en cuestión), contribuyó a difundir la idea de que una “escuadrilla de platillos voladores” había sobrevolado el cono sur. Fabio Zerpa, en Cuarta Dimensión, justificó el porte del objeto porque sin duda se había tratado de una “nave nodriza” que había lanzado “sondas de aproximación a siete aeropuertos militares argentinos”. Y el capitán Carlos Augusto Lima, responsable de la CNIE (Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, hoy Comisión Nacional de Actividades Espaciales, CONAE), nos aconsejó no perder el tiempo dado que “el fenómeno había sido un experimento de la NASA”, basándose en las declaraciones periodísticas de un científico cordobés que había participado en un experimento –a la postre frustrado- donde un satélite inyectaba en la atmósfera descargas de bario capaces de crear nubes de gas ionizado.
El “ovni” del 14 de junio de 1980 marcó a la ufología de la época y sin duda provocó el parto de una nueva generación de convencidos en la realidad de los ovnis, creencia reforzada por un caso posterior, analizado Luis Eduardo Pacheco, autor del Stratocat, donde disecciona hasta en sus más pequeños detalles el caso de la siguiente “nave” estacionada sobre Buenos Aires y alrededores, allá por setiembre de 1985, que resultó ser un globo estratosférico francés MIR. Por supuesto, tanto en la primera como en la segunda ocasión, los medios fueron remolones o directamente no hicieron caso de las explicaciones que recibieron ambas experiencias.
Recordar estas historias es refrescante en tiempos de Internet, cuando los “avistamientos masivos” de presuntos ovnis, que luego acaban siendo causados por meteoritos, misiles, globos o entradas de satélites, son velozmente develados. Antes se accedía a esta información a fuerza de obstinación, empeño en hallar explicaciones o por golpes de suerte. Hoy, si hay ganas, las cosas son más fáciles. Personas interesadas en esclarecer visiones no identificadas de cualquier tipo pueden consultar estudios o compilaciones como el Catálogo de Lanzamientos de Satélites elaborado por Jonathan McDowell. Lo que sucedía en aquellos años, cuando las respuestas no se descubrían tan rápido, y cuando llegaban sólo merecían un recuadro de compromiso porque el interés en el asunto había desaparecido, ayuda a entender cómo se gestó esta mitología, que hoy evoluciona en direcciones más cercanas a la religión y cada vez más alejadas de las tuercas y los tornillos con que soñábamos los que creíamos en la inminente la invasión extraterrestre.
¿Y para qué escribo yo, entonces, si lo que escribo no motiva comentar sobre lo que escribo?
¡No Alejandro!
Personalmente me ha encantado tu entrada. La primer foto me recuerda mi infancia por la portada de «La gran oleada» de J. J. Benítez. Al menos así viene la edición que yo tengo.
Se extraña encontrar este tipo de relatos en la era de los blogs que vivimos hoy. En el pasado, los sitios que fomentaban el pensamiento crítico se esmeraban por intentar dar argumentos, llevando de la mano al neófito en estos asuntos. En la actualidad existe una tendencia a dar por sentado que lo paranormal y los ovnis son tontería, y a comentar simplemente lo ridículo que es todo aquello.
Tu comentario es refrescante, y me recuerda los viejos tiempos (no tan viejos para mi, claro).
Admiro mucho tu experiencia, conocimientos y deseo por desentrañar todo esto.
Un afectuoso saludo.
Gracias Javier, lamentablemente lo que decís es cierto. En cuanto a mí, nada, ya se me pasó: todos necesitamos que cada tanto nos mimen un poco 🙂
Por eso los ufólogos no ven nada: están dando una conferencia mientras pasa el ovni. Y yo estaba volviendo de la cancha de fútbol y ni miré para arriba.
Yo tenía 10 años y era el 14/06/1980 estábamos en la rotonda de la costanera pescando con mi papa mama y hermanito cuando vi aproximarse una gran nave con 9 pequeñas detrás lo que me llamo la atención y me dije esto es una madre nave son ovnis y empece a gritar miren los ovnis!! La costanera estaba llena todos miramos este gran momento!
«¿Y para qué escribo yo, entonces, si lo que escribo no motiva comentar sobre lo que escribo?»
Es cierto, lo mejor sería dar por finalizado este blog.
Saludos.
Hola: He leido tu articulo del dia La noche de las dos lunas, yo daba conferencias en el Club Banco Nacion en Vicente Lopez, a la misma hora de la aparición del Ovnis el 14 de Junio de 1980, y que después resultó ser el Cosmos 1188 creo,’ si me acuerdo perfectamente, lo estudié bien atraves de mi programa de rastreo de satélites y coincidia las fechas y horas, latitud y longitud.
Bueno, muy interesante.hasta pronto..
Hola Alejandro Agostinelli:
Lo del caso 14 de junio, en el momento que escribia , no me acordaba bien como era el caso.Y cuando leí todo esto que republicastes hoy , me pude acordar.
Y, en ese entonces yo hice mi análisis aparte de tú investigación del Kosmos 1188. Lo llevé a mi programa satelital y concordaban los datos de fecha y horas y latitudes.Y eso demostró la verdad que Uds. habian investigado.
Y ahora estoy estoy asiendo un repaso general de los Ovnis internacionales más importantes, desde el año 1942 al 2010, y publicando en el blogg Cataovni, para que conozca el público que le interesan los ovnis.
Y si te interesa publicar algo en mi BLOGG Cataovni me lo informas por mail, porfavor. Porque parece ser, que la comunicación entre nos. es muy alejada.
Carlos Demaría
1/9/2010
Grata sorpresa me lleve ver que 30 años despues de haber sacado la foto en jJunin BsAs., de la Noche de las dos Lunas, se recuerde dicho acontecimiento, y me dio la oportunidad de conocer al Sr, Fabio Zerpa, a quien aprovecho para saludarlo y desearle lo mejor. Jose Luis Gonzalez-JUNIN BsAs. Setiembre 2010.
Excelente articulo, y te puedo aportar otros detalles.
La noche de las dos lunas fueron dos: 1980 y por el año 85 – 86, en el mes de febrero, de la primera (año ochenta) vecinos pescadores fueron testigos precenciales que nos contaron lo que sucedio aquella noche, pero la segunda vez fui testigo junto a mi padre de «es fenomeno», cerca de las 23:00, una hermosa luna aparece detras de un cerro en direccion noroeste, mas grande que la luna llena que teniamos sobre nuestras cabezas,en ese momento, noche, total y absolutamente despejada. Esta nueva luna tenia una pequeña pero brillante luz central y avanzaba envuelta en una nube (parecia un huevo frito) que dejaba traslucir la luz de las estrellas de fondo. Su velocidad, como referencia, mas rapido que un avion comercial y no emitia ruido alguno. Mi padre me grita que corra hasta la casa (unos 100 metros) y la pida a mi madre que le saque una fotografia, sin embargo a medida que avanzaba sobre nosotros se comienza a desintegrar quedando solo la pequñea luz central (como una estrella) que es lo que finalmente alcanzo a ver mi madre y mi hermana menor.
En lo unico que nunca nos hemos puesto de acuerdo junto a mi padre es respecto a la altura a la que viajaba, para mi, no mayor a la de un avion comercial, para mi padre (que tenia otra perspectiva) este objeto volava a una altura mucho mayor, lo que si puedo asegurar es que la luz que reflejaba este objeto iluminaba el suelo de la playa.
Afortunadamente no fuimos los unicos testigos esa noche, una compañera de colegio que se encontraba en otra localidad tambien vio el fenomeno, y fue muy comentado en las radios locales.
Esta luna era perfectamente redonda, y mucho mas clara que nuestra luna natural.
El avistamiento fue en la Isla Butachauques del archipielago de Chiloe Chile, y es para mi un imborrable recuerdo de un verano de vacaciones junto a mi familia, aunque en el momento del avistamiento me asuste muchisimo. Sea lo que fuere (natural o no) me parece un objeto (si lo es) demasiado grande para atribuirlo a la mano del hombre, por que tambien pudo ser un efecto atmosferico ya que esa noche soplaba una suave brisa del Sureste.
Gracias por permitir relatar esta experiencia, ya que nunca lo habia hecho.